Neoliberalismo, desarrollo, bienestar y hasta comunismo; son términos que están en boca de todo periodista, analista y hogares mexicanos en la época actual. Existe un gran cambio de paradigma desde las elecciones históricas de 2018.
Independientemente de nuestra postura política, o de la naturaleza positiva o negativa de este “reset”, no es posible negar que las cosas han cambiado y que las cabecillas han sido renovadas, dando como resultado un gran sentimiento de esperanza en muchos, y de incertidumbre, decepción y miedo en otros, ambas posturas estando totalmente justificadas.
Sin embargo, fuera de cualquier filia o ideología, parece ser que la política económica y la discusión que ésta conlleva ha pasado por alto uno de sus aspectos mas elementales, el hecho que la actual administración, de forma deliberada o accidental, está cambiando el lugar de México en la cadena productiva mundial.
Recordemos que, desde los sexenios de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, México entró al mercado globalizado tomando ventaja de su mano de obra barata, una población joven y ambiciosa, y una gran reserva de recursos naturales, lo cual, en una grotesca simplificación, podríamos expresar como la siguiente idea: México alimentó su crecimiento económico mediante la explotación de su población a cambio de salarios miserables, lo cual trajo consigo una inversión extranjera sin precedentes (y empleos) que solo benefició marginalmente al mexicano promedio.
Los datos están ahí, con un PIB PPA de 2.7 billones de dólares, comparable a Francia o el Reino Unido, México se encuentra a escasos pasos del top 10 económico mundial, con un per capita que ronda los $25 mil dólares anuales, medio millón de pesos al año para cada mexicano. Hombre, mujer, niño o anciano, teóricamente, podrían todos recibir un salario de casi $42 mil pesos al mes, sin embargo, esto parece ser una muy ocasional excepción, y no la regla.
Hasta hace dos años, el salario mínimo no llegaba a los $90 pesos diarios, y el día de hoy, a pesar de que ha aumentado casi en un 40%, sigue siendo uno de los mas bajos, incluso a nivel Latinoamérica.
¿Es de sorprenderse? No, al menos a mi parecer, si tu política económica se basa en atraer inversión basándote en pagar salarios miserables y no otorgar prestaciones de ley, es contraproducente que permitas que exista un crecimiento al ingreso por persona, ya que esto te quita la “ventaja” que tiene tu país sobre los otros, consecuentemente, alejando la inversión directa.
Lo anterior es conocido como la “trampa de la clase media”, en la cual un país manufacturero empieza a experimentar un gran crecimiento, su población adquiere mejores salarios y esto termina con la competitividad, mermando el crecimiento y dejando obsoleta la política económica hasta el momento seguida.
Entonces, ante un escenario así ¿hay salida?
Si, lo hemos visto con China, la economía número uno a nivel mundial cuando se habla de PIB PPA, superando a los Estados Unidos y a la Unión Europea, y que recientemente, ha sacado a 800 millones de personas de la pobreza para convertirlas en la clase media mas grande del mundo.
Recordemos que China, hasta hace poco, era sinónimo de producción en masa y de baja calidad, misma que alimentaba su crecimiento. Sin embargo, hoy en día, éste no es el caso, China mantiene el crecimiento a pesar de tener mejores salarios que América Latina mediante el desarrollo de su mercado interno y la exportación de sus ensambladoras a países africanos o del sudeste asiático en los cuales la mano de obra sigue siendo ridículamente barata.
Es decir, China hizo una transición de una economía basada en la manufactura barata, a una que actualmente aplica las políticas globalistas y de mercado de los países occidentales más poderosos, defendiendo sus intereses y promoviendo el bienestar de su población sin poner en riesgo su crecimiento anual, escapando así a la trampa de la clase media.
¿Y México? Hasta la administración pasada, era completamente impensable un modelo similar, los gobiernos se enfocaban en generar condiciones fértiles para las grandes trasnacionales, a veces mediante el despojo de tierras a campesinos o indígenas, exención de impuestos y los ya mencionados salarios miserables, justificando ante la población que dichas trasnacionales brindan empleos.
Sin embargo, hoy vemos un cambio, que lejos de ser responsabilidad única del gobierno federal, responde a un cambio dinámico en la población.
El trabajador mexicano es el que mas horas labora a nivel mundial, está ampliamente capacitado y produce objetos de calidad, similares a los producidos en países como Alemania y el Reino Unido, entonces ¿es justa la disparidad en los salarios?
No, y mucho menos es sostenible. Gracias a ésta política semi-esclavista, la población educada opta por migrar, facilitando la fuga de cerebros y de talentos, y la población no educada no ve otra salida mas que el crimen organizado, ya que eso les brinda mas oportunidades para satisfacer sus necesidades que cualquier puesto operativo en una maquiladora. Es decir, el país entra en un circulo vicioso de mediocridad.
Que el día de hoy existan propuestas para eliminar prácticas como el outsourcing, que existan estímulos fiscales en franjas fronterizas y que se apueste por el mejoramiento de la calidad de vida e ingresos de los mexicanos no es de extrañarse, y es completamente justo y respondiente a un reclamo social de décadas.
México necesita cambiar su óptica económica, tal parece que el gobierno lo sabe; la población lo siente; pero las élites, las empresas y demás, la combaten. Lo anterior es lógico ¿quién permitiría que le quiten un tesoro casi gratuito como lo es la mano de obra mexicana?
El Estado mexicano debe velar por la estabilidad y bienestar nacionales, antes que cualquier interés particular, y el hecho que dicha estabilidad y bienestar dependan de la inversión privada evidencia que el modelo neoliberal ha fracasado en todos sus aspectos.
Lo anteriormente expuesto no quiere decir que las políticas gubernamentales de la actualidad sean las idóneas, con un gobierno actual con falta de pericia y conocimiento científico/económico, existen muchos errores o políticas públicas contraproducentes, sin embargo, la solución no es tumbar los proyectos de reforma o apelar por el sistema que ha resultado en 50 millones de pobres, la solución es reformar en pro del bienestar social y entender que la posición política y económica de México en el siglo XXI no es la de un país periférico, sino, la de un país central.
En lo anterior, los estudiosos del derecho tenemos una especial responsabilidad, sí desde el ámbito técnico-jurídico, pero de igual manera, desde el ámbito social y fraternal, sensibilizando a las normas en cuanto a necesidades sociales se refiere.
Los últimos meses se han caracterizado por el liderazgo diplomático de México en Latinoamérica y en gran parte del mundo, y no es de extrañarse.
Con dos millones de kilómetros cuadrados, ciento treinta millones de habitantes y situado en el cuerno de la abundancia, México tiene un potencial sin igual en el mundo, preso de las instituciones y sistemas humanos que lo mantienen atado al suelo. Ha llegado el momento de cambiarlo y con la participación de todos los sectores, con una meta común, se logrará sortear los obstáculos que el futuro nos arroje ¿o no?
Por: Carlos Mata