Sin duda, debido a la pandemia actual que vivimos, este año ha sido de bastantes cambios, ajustes e introspección en todos nuestros ámbitos: laborales, económicos e inclusive emocionales. Si bien ha sido un año en que muchas personas han logrado avances positivos en sus dilemas morales y emocionales, no ha sido así para algunos otros. No es sorpresa por ende, notar que durante este año, han habido desafortunadamente varias relaciones que han llegado a un punto de quiebre. Específicamente, ha habido un incremento notorio en materia de separaciones y divorcios. Sobre esto, nos permitimos ahondar y hacer una pequeña reflexión a continuación.
La legislación civil en Nuevo León contempla los denominados divorcios incausados, por mutuo consentimiento y administrativo. Cada unos con sus peculiaridades, requisitos y procedimientos. Naturalmente, por su naturaleza, estos tienden a confrontar a la pareja en pugna ya que desencadenan diversos puntos de conflicto como lo son pensiones alimenticias, patria potestad y custodia de los hijos, horarios de convivencia y demás temas análogos que a fin de cuentas, las partes van a pugnar y no será sino el juez en materia familiar el que decida como queden las cosas al final del proceso judicial.
Un elemento que muchísimas veces pasan por alto las parejas y que irónicamente es el elemento primordial y que nuestro sistema jurídico al menos en papel tiene por encima de todo, es el bienestar de los hijos engendrados durante el matrimonio. Nos referimos de manera amplia al bienestar: físico, económico, académico, e incluso emocional. Nuestra experiencia nos ha confirmado que durante estos juicios de divorcio, el bienestar del infante queda tristemente en segundo plano, volcándose la atención en los conflictos, batallas de orgullo y demás conductas nocivas entre los ahora divorciantes. Sumándole a esto, los tiempos procesales típicos que ahora son agravados debido al tema de la pandemia. No resulta extraño concluir que al final de todo el proceso, los hijos son los máximos perdedores durante toda esta pugna.
Dicho lo anterior, somos de la opinión de que lo mejor para todos es la comunicación. Esto traducido a materia jurídica, resulta en un convenio hecho en buena fe. Dichos convenios hacen las veces de una sentencia emitida por el juez. Aquí el detalle es que hay una gran diferencia ya que las partes no tienen que desgastarse siguiendo un proceso judicial (plazos, prevenciones, apuntes del juez, etc.). Aquí las partes pueden sentarse y llegar a un arreglo y mas importante, se protege el bienestar físico y mental de los hijos ya por su naturaleza extrajudicial, estos últimos se sienten más protegidos e involucrados.
En conclusión, estamos viviendo una época bastante surreal y de mucho bagaje mental, cada uno sobrellevándolo a su modo. Con esto de preámbulo, consideramos de suma importancia ejercitar el valor de la empatía. El hecho de que un matrimonio tenga que disolverse, no significa que deba llevarse de encuentro lo más importante, que es el bienestar de hijos. Optemos por darnos certeza jurídica a través de la empatía, comunicación y velando por intereses ajenos al personal, dejando a un lado temas de ego y soberbia.
Bibliografía:
Código Civil para el Estado de Nuevo León.
Por: David Campbell