Como cada cierto tiempo, en distintas áreas del país volvemos a escuchar lo mismo “se vienen las elecciones más grandes en la historia de México”. Lo anterior es lógico, ya que en un país cuya población crece día a día, cada elección contará, teóricamente, con mayor participación que la anterior. Nada sorprendente en ese sentido.
Sin embargo, desde mediados del 2017, cada elección local o federal ha tenido algunas particularidades dignas de reconocimiento, por ejemplo, la discutida y total victoria de la izquierda en 2018. En ese sentido, todo parece indicar que las elecciones en el 2021 serán de igual manera, particulares y curiosas.
No obstante, la particularidad de las próximas elecciones es bastante triste, pues la campaña electoral desde su inicio se ha tratado de propuestas absurdas, acusaciones ridículas, prostitución de ideales, candidatos al mejor postor, y golpeteos políticos entre los tres poderes, los órganos electorales y en los tres niveles del gobierno.
El circo mediático es tan grande que, es imposible tomar cualquier postura “mainstream” y llamarse objetivo, pues todo contendiente, partido o funcionario público envuelto en esta “guerra sucia” descaradamente tuerce los hechos con la finalidad de servir a sus intereses.
Por un lado, tenemos al partido en el poder, mismo que amenaza, día a día, con el hecho de que tienen un poder increíble en todo aspecto y que están dispuestos a desaparecer, en el sentido literal de la palabra, a cualquier oposición que se pueda presentar.
No solo eso, sino que, en un giro de mal gusto, se dan el lujo de imponer candidatos con pasados (o presentes) cuestionables para la gran mayoría de la sociedad, por ejemplo, el caso Salgado Macedonio, o bien, imponen candidatos odiados por la misma militancia morenista, como el caso Clara Luz, que esperemos que no nos denuncie por este texto.
La actitud del partido en el poder es retadora y escupe en las caras de sus más fieles seguidores, sin darse cuenta de que lo hace, ¿presunto violador es candidato? Sí, ¿y qué?, ¿la gente está molesta? No, es la oposición, ¿cómo va a estar molesta la gente si la aprobación del presidente es altísima?
El partido en el poder tiene una postura arrogante y poco profesional, no se da cuenta que la gente apoya a su presidente, y nada más, seguir con dicha postura podría significar el apocalipsis morenista una vez que el presente sexenio termine.
Paralelamente, tenemos la postura de la oposición, misma que pretende victimizarse por las prácticas del partido en el poder, no tengo que decirlo yo, cualquiera con dos dedos de frente sabe que simplemente, no les queda.
Tenemos un Instituto Nacional Electoral extremadamente poderoso, parcial, corrupto y afín al viejo régimen, mismo que utiliza sus tentáculos para limitar de formas estúpidas al partido en el poder, de nuevo el ejemplo de Salgado Macedonio, a quien pretenden retirar de la contienda por razones totalmente intrascendentes y que se les han perdonado a miles de aspirantes a lo largo de la historia.
Entonces, para ejemplificar lo asqueroso de la próxima contienda electoral, tenemos un partido hegemónico que impone candidatos indeseables, y una autoridad electoral que pretende tumbarlos de manera arbitraria y sin fundamento objetivo.
Independientemente del resultado, la gente pierde, ya que solo hay dos opciones:
- El cinismo morenista impera, con candidatos cuestionables e impuestos, o bien;
- El autoritarismo del INE y el viejo régimen hacen de las suyas, como siempre, como en todo.
Por si fuera poco, esta contienda fáctica entre dos bloques ha relegado a las propuestas y calidad de los candidatos a un segundo plano, tal y como lo observamos actualmente aquí en Nuevo León, donde de los cuatro candidatos, ninguno representa una opción suficiente, mucho menos idónea, para el Estado más importante del norte de México.
En estas elecciones, los políticos se han quitado las máscaras, y contrario a lo que pensábamos anteriormente, no ha sido una escena feliz, pues se han destapado los fétidos intereses y modos de operar de los dichos políticos, imperando un sentimiento de impotencia, de desesperación, y finalmente, de indiferencia.
En esta ocasión, no hay ideales en juego, no hay proyectos, solo hay fetiches y parafilias políticas que buscan utilizar al electorado como carne de cañón, simulando una batalla moral que consiste en ensuciar al otro, antes que limpiar la mugre de las propias uñas.
Las próximas elecciones serán tristes, poco esperanzadoras, patéticas y nos harán perder un poco la fe en la democracia, pero esperemos aprender de esto y exigir una clase política más preparada y servil a los intereses sociales, y si ésta no existe, habrá que inventarla.
Por lo pronto, el domingo día de la elección, mi consejo es que se levanten temprano, pero para que no se les acabe la barbacoa, pues ir a votar por la popó menos apestosa es una pérdida de tiempo, y miren que yo no soy tibio.
Quizá, y solo quizá, en esta ocasión el silencio será el grito que no se puede callar.