El efervescente sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido controversial en casi todo aspecto. Por primera vez, el modelo económico y político de México dió un giro de 180 grados, lo que ha traído críticas que emanan tanto de la razón e ideología, como del miedo a perder los privilegios e intereses creados a partir del extinto modelo neoliberal.

Sin embargo, la transformación de la realidad socioeconómica del país el día de hoy trasciende de las típicas propuestas o reformas a las leyes, la transformación actual ha llegado hasta la Carta Magna.

Las reformas a la Constitución promovidas por el ejecutivo federal han sido apoyadas y criticadas a la vez, tanto por su fondo, como por el hecho de que, con una mayoría en el legislativo, el partido en el poder puede básicamente reescribir los cimientos de nuestro país sin una oposición real.

No obstante lo anterior, es evidente que el tema ha sido politizado a niveles nunca antes vistos, pues recordemos que; anteriormente, durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, existieron un sin fin de reformas constitucionales, principalmente en temas de energía y la soberanía nacional sobre los recursos naturales.

Las reformas del sexenio pasado desmantelaron el poder económico del Estado Mexicano, dejándolo como servil a los intereses extranjeros y nacionales privados, las reformas actuales, sin embargo, yo las dividiría en dos categorías:

  1. Las que están enfocadas en deshacer las modificaciones de los sexenios pasados, dejando a la Constitución en un estado más parecido al visualizado por los constituyentes de 1917, y;
  2. Aquellas que están enfocadas en reforzar el estado de bienestar social y apoyar las finanzas públicas sanas.

 Un ejemplo de la primera sería todo el tema energético, mismo que mediante las reformas constitucionales y las reformas a las leyes generales que de ella emanan, pretenden retornar el control de la producción energética al Estado, en pro de garantizar que se satisfagan las necesidades de la población, y no los intereses privados.

Un ejemplo de la segunda serían las pensiones a adultos mayores, así como la desaparición de la facultad del presidente de la República para condonar impuestos, que tiene como fin la trascendencia social y la creación de una política fiscal ad hoc al papel económico de México de cara al Siglo XXI.

Es por eso que, cuando se habla de una “nueva” Constitución, no estoy muy de acuerdo, pues, en realidad muchas de las reformas actuales se encaminan a restituir el espiritu nacionalista y benefactor del constituyente de 1917, así como las nuevas adiciones tienen lugar mas de 100 años despues y son necesarias tras los cambios sociales y las afectaciones que la corrupción, el influyentismo y el poder han tenido sobre nuestra nación y nuestro pueblo.

La historia se repite, y tal como la Constitución de 1917 tuvo como fin el reestablecimiento del federalismo y democracia que nacieron en la Constitución de 1857, las reformas actuales parecen retomar el camino a ese Estado que no hemos logrado construir.

Entonces ¿las reformas son perfectas? Como todo proyecto político, no, pero son perfectibles y van, al menos en la opinión de millones de mexicanos, en el camino correcto.

El mayor peligro observable, que debe ser reconocido hasta por los que apoyan fielmente al partido en el poder, es la cuasi omnipotencia que se vive, misma que parece estar por encima de la Constitución, ya que si algo estorba, se quita, si algo se quiere, se aprueba. Lo anterior, independientemente de la postura con la que se simpatice, es completamente peligroso y dañino para un sistema democrático y plural, como aquél que la misma Carta Magna establece.

No obstante lo anterior, con las elecciones intermedias próximas, y la posibilidad latente de que el partido en el poder pierda la mayoría absoluta en las Cámaras, quizá veamos un alto, o al menos, un replanteamiento de las reformas legislativas, en especial, las Constitucionales.

Lo anterior expuesto es algo benéfico para el sistema político, pues con mayor pluralidad en el legislativo, los grupos parlamentarios tendrán que negociar y conseguir acuerdos, lo que al final, retratará en la Constitución una imagen más integral que represente fielmente las necesidades, dogmas, intereses e ideas del pueblo mexicano.

Quien sabe que suceda, pero el país es uno antes de las elecciones intermedias, y otro después, será interesante ver si la hegemonía morenista continúa o si tengan que negociar con los sectores nacionalistas del PRI y PAN, así como las nuevas estrellitas, como MC.