Hoy, iniciando la tercera década del siglo XXI, nos encontramos en una época dorada para el denominado libre desarrollo de la personalidad, en todas latitudes los instrumentos legales pretenden terminar con cualquier violencia o discriminación estructural, un ejemplo es nuestro país, que desde su Constitución declara la igualdad entre las personas, sin que importe sexo, orientación sexual, religión, raza, o cualquier otra característica que en el pasado se ha utilizado para cometer crímenes contra la humanidad.
 
Sin embargo, el mundo no es la ley, sino que la ley pretende regular el mundo, en ese tenor, a pesar de que cualquier forma de discriminación es ilegal, al menos en la civilización occidental, existen problemas sociales y estructurales que nos han limitado al momento de construir sociedades justas y prósperas para todas las personas.
 
Lo anterior nadie lo niega, nadie decente, al menos.
 
El problema surge cuando pretendemos quitarle lo estructural a dichas dificultades, en esta ocasión, para variar, no refiriéndome a los “opresores”, sino a los supuestos “oprimidos”. 
 
El día de hoy, que se han ganado en gran parte las batalles legales y queda pendiente el cambio social y de pensamiento, quienes se autodenominan como víctimas del sistema, o al menos ciertos sectores, lejos de buscar dicho cambio, se enfocan en un revanchismo histórico y en un cambio de tirano, más no un fin de la tiranía.
 
Elige el movimiento que desees, el saco le quedará a la perfección, son ideologías, pero ¿esto qué significa?
 
Ideología proviene de la palabra idea, y se puede definir como “conjunto de ideas que caracterizan a una persona, escuela, colectividad, movimiento cultural, religioso, político, etc”, es decir, la ideología es una interpretación del mundo que trata de explicar al mismo basándose en la percepción de sus promotores.
 
Como mencioné, se trata de una idea elaborada y que pretende aplicarse, y como cualquier idea, puede cuestionarse, comprobarse, y descartarse.
 
A lo largo de la historia, han existido miles de ideologías, desde los fundamentalistas religiosos, hasta los marxistas, la meritocracia, o cualquiera que se te venga a la mente. Podremos simpatizar con unas y rivalizar con otras, habrá populares y prohibidas, tal como el fascismo, pero todas comparten algo: conocen su lugar, aceptan que serán criticadas y si no tienen argumentos para defenderse, saben que serán desacreditadas y desaparecerán.
 
Sin embargo, las ideologías que son objeto del presente carecen de lo anterior, ya que no admiten ningún tipo de crítica, desacuerdo o cuestionamiento, respondiendo agresivamente ante ellos.
Pero ¿por qué sucede esto? ¿Acaso los movimientos sociales actuales han encontrado el hilo dorado y por medio de la razón y la virtud han llegado a una conclusión y una verdad absoluta sobre lo que está mal con el mundo? ¿acaso los movimientos sociales han encontrado, de manera racional y lógica, la solución única a los problemas milenarios que aquejan a la humanidad, de forma tan tajante que cualquier crítica representa una manifestación de la ignorancia similar a tratar de contradecir las leyes matemáticas?
 
La respuesta es no, las ideologías actuales no tienen, en su mayoría, ni siquiera el nivel argumental o la definición de las ideologías de la antigüedad, no han podido aplicarse en la vida real (hasta ahora), mucho menos han encontrado la verdad absoluta.
 
Nos enfrentamos al oscuro panorama de que los movimientos sociales pretenden censurar cualquier crítica basándose únicamente en que al ser, según ellos, oprimidos, tienen una superioridad moral intrínseca, y por tanto, cualquier crítica hacia ellos es igual a ser un lacayo del imperfecto sistema en el cual nos encontramos, cualquier crítica hacia ellos es ser intrínsecamente malo.
 
De nuevo, ejemplos hay muchos, veamos al espectro del movimiento feminista actual, el cual se está consumiendo a sí mismo con posturas como “mi opinión vale mas que la de una mujer blanca, porque yo soy racializada y he sido oprimida de peor manera”, “las mujeres trans son enemigas porque fueron del bando opresor”, etc.
 
Lo anterior sucede mientras los grupos machistas en el poder, aquellos que evitaron la igualdad legal de las mujeres por siglos, se regocijan en sus bañeras, ya que sus mayores opositoras, aquellas que defendían la emancipación de las mujeres e históricamente les han dado buenos reveses, ahora se despedazan miembro a miembro por demostrar quien es la más “jodida”, y por tanto, la que tiene la razón.
 
De igual manera, grupos LGBT, quienes han luchado por décadas contra una sociedad heteronormada consiguiendo su reconocimiento legal y amplia aceptación, lejos de buscar consolidar dicha aceptación, buscan imponer sus ideas en ambientes tradicionales, tales como las iglesias, o bien, suministrar tratamientos irreversibles a niños que no se encuentran en edad siquiera de vestirse por su cuenta.
 
Nuevamente, lo anterior solo beneficia a los grupos anti LGBT, pues con un poquito de “spin” mediático pueden convencer al lector promedio que el movimiento LGBT quiere destruir su modo de vida, retrasando la aceptación por dicho sector poblacional.
 
Los problemas en dichos movimientos son evidentes, sus miembros lo saben, sin embargo, no pueden criticarlo, ya que cualquier crítica es tomada casi como una actitud antirrevolucionaria y en pro del sistema, sistema que oprime a todos y cada uno de los habitantes del planeta, salvo a aquellos que nadie se toma la molestia de criticar.
 
En una nota aún más oscura, a los niños menores de 5 años de edad se les proporcionan textos “feministas” que reproducen un discurso de odio hacia los hombres, lo que forma niñas llenas de dicho odio, y niños que cargan con un sentimiento de culpa por haber nacido como nacieron ¿les recuerda a algo?
 
Lógicamente, estos niños no tienen la capacidad de entender las ideas que se les enseñan, no pueden cuestionarlas pues, tal y como los padres religiosos y estrictos, serán reprimidos por “lxs padrxs progres, libres de gluten y elaborados por manos indigenxs, patrocinados por Starbucks”.
 
El problema es tan grande que han nacido conceptos como las post verdad, en los cuales se ataca a la crítica, a la razón, y a la verdad comprobable.
 
Una imposición de ideas a niños y grandes, misma que no permite disidencia o cuestionamiento, no puede ser llamada educación, se llama adoctrinamiento.
 
Uno pensaría que estos lobbies perderían poder al cometer atrocidades o esparcir el odio entre las muchedumbres, sin embargo, no ha sucedido.
 
Hemos visto discursos que deshumanizan al hombre, que piden su muerte, que pregonan que la rehabilitación de un criminal sexual es imposible, por lo cual hay que destruirlo, y después se ofenden cuando se hacen paralelismos con las ideas fascistas del siglo pasado, tratando de defenderse con “argumentos” tales como “llamanos nazis cuando tengamos campos de concentración”.
 
A estas personas les recuerdo que, los nazis que tanto dicen repudiar empezaron como ellas, pequeños grupos que se aprovecharon de una situación difícil para adoctrinar a las víctimas con un discurso de odio, hasta el punto de llegar al poder y lograr cometer esas atrocidades.
 
Sí, lo único que impide que algunos de estos grupos cometan atrocidades similares, es que hoy por hoy, no gozan de ese poder, sin embargo, al imponer sus posturas inflexibles sobre los medios de comunicación, la academia y hasta la medicina, quizá sea cuestión de tiempo.
 
Ya saben lo que dijo Churchill: “En el futuro, los nuevos fascistas se llamarán a sí mismos antifascistas”
 
Meh, muy alarmista quizá, los estoy molestando un poco, la gente hoy es crítica y las ideologías nocivas, tarde o temprano, terminarán en el basurero de la historia.
 
Entonces, si el hombre blanco heterosexual clase mediero no será puesto en una cámara de gas, ¿quien pierde con estos discursos? Fácil, la gente verdaderamente oprimida, aquél muchacho homosexual al cual la sociedad rechaza porque al escuchar de sus preferencias lo vinculan con un grupo que sexualiza menores de edad, a aquella mujer cuyos padres tratan como sirvienta, sufre de violencia sexual y que al alzar la voz y denominarse feminista la asocian con esos grupos que pregonan “¡Machete al machote!”, y de forma determinante, todos los oprimidos pues le dan a los supuestos opresores (que dicho sea de paso, están en dicha posición por imposición del mismo sistema) argumentos para seguir perpetrando violencia sistemática.
 
Todas las comunidades vulnerables necesitan cuestionar sus ideas, basarse en la realidad, ser pragmáticas y entender que los cambios, en especial los que pretenden reformar una idiosincrasia milenaria, requieren de diálogo, prueba y error, así como necesitan identificar al verdadero enemigo, que no es el padre de familia tradicional, no es el comediante que hizo un chiste de pepito hace 5 años, no es Paco de Miguel con sus chistes estúpidos, el enemigo es mas grande, mas peligros, y también, es compartido por los anteriormente mencionados.
 
Entablemos diálogo, compartamos ideas, solo así llegaremos a un acuerdo y nos daremos cuenta que, la mayoría, solo queremos un ambiente de igualdad, libertad y fraternidad entre todas las personas, independientemente de su género, orientación sexual o política.
 
Entendamos que el problema es estructural, nos rige a todos, hasta a los “pequeños opresores” como tu compa Ramiro de la facultad, que reproduce violencia sexista y comparte opiniones anti derechos, a quien muy probablemente, esta estructura le impuso ese pensamiento.
 
Es decir, gran parte del problema viene de la ignorancia y adoctrinamiento, no de la maldad intrínseca, por lo cual, es necesario el diálogo, no la hoguera.